miércoles, 23 de septiembre de 2009

Un dibujo de Gabita

Es un dibujo de Gabita. Es una niña que está dormida y un fantasma que la espanta. Me encantó y lo comparto. TATA

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Una amiga de Diego juntó a varios cantantes y varios músicos

Fecha: Mart 15 sep 2009 16:31
De: carmen chapela


Una amiga de Diego juntó a varios cantantes y varios músicos para armar un espectáculo para las fiestas patrias. Anoche se presentó por primera vez. ahí les mandamos esta foto.


Setenta años del PAN

*Miguel Ángel Granados Chapa*
*15 Sep. 09*

Hace 70 años fue fundado el Partido Acción Nacional, al cabo de una convención reunida los días 14, 15, 16 y 17 de septiembre en el Frontón México -edificio situado en la Plaza de la República, a un costado del monumento a la Revolución, cuyo abandono podría ser señalado como metáfora de la venida a menos del proyecto inicial de esa organización.

La personalidad de los dos fundadores más relevantes del panismo se reflejó en la identidad del partido. Manuel Gómez Morin era un político, había contribuido a la construcción del Estado mexicano moderno, conocía el interior del gobierno y, como rector de la Universidad Nacional, había ejercido la política del poder. Efraín González Luna, por su parte, era un intelectual de sólida formación católica. Uno encabezó el partido directamente durante su primera década e hizo sentir su influencia durante los 10 años siguientes. El otro fue su primer candidato presidencial, uno de los siete que sin fruto bregaron por acceder al Poder Ejecutivo hasta que Vicente Fox y Felipe Calderón lograron hacerlo.

Gómez Morin creyó de modo firme en el papel activo del Estado en la economía. Fue en gran medida autor de los proyectos legislativos que crearon el Impuesto Sobre la Renta y el Banco de México, de cuyo Consejo de Administración fue el primer presidente, clara señal de que no era tenido como un simple amanuense de los generales que mandaron en el país durante los años veinte. Cuando Vasconcelos demandó su apoyo en la campaña electoral de 1929, Gómez Morin respondió en una carta rehusando participar en una movilización social que se agotaría en sí misma, por estar determinada por un hombre, y argumentando la conveniencia de carácter permanente e institucionalidad a la oposición. Diez años después de exponer esas consideraciones las convirtió en realidad. Contó para ello con el pensamiento católico aportado a su iniciativa por González Luna, que en la capital de Jalisco encarnaba la postura social de la Iglesia y era tenido
como Satanás por la derecha ultramontana que fundó la Universidad Autónoma de Guadalajara practicante de un integrismo contrario a las bases de espiritualidad cristiana que animaron al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, ITESO, creado por los jesuitas para dar a su educación elitista un sello social derivado de encíclicas papales como la Rerum Novarum.

A partir de esas fuentes el PAN se situó frente al régimen. Nació al año siguiente de la expropiación petrolera y del desafío personal del presidente Cárdenas al conservadurismo empresarial regiomontano. Como respuesta a las protestas patronales por el apoyo gubernamental a los sindicatos y las huelgas, Cárdenas demandó de los empresarios que, si estaban cansados, entregaran sus establecimientos a los trabajadores. Contra esa política, y contra el reparto agrario nació el PAN. Si bien sus cuadros provinieron en amplia medida de agrupaciones juveniles católicas, como la Unión Nacional de Estudiantes, no es caricatura señalar la influencia empresarial en la fundación y primeros años del partido. Sus documentos básicos fueron redactados en el Banco de Londres y México, y uno de sus primeros diputados federales, Antonio L. Rodríguez, dirigía el centro bancario de Monterrey. Pero esa influencia fue acotada y mantenida a raya por los fundadores. No fue casual que sólo tras la muerte de Gómez Morin, en 1972, se expresara el conflicto entre los doctrinarios y los pragmáticos.

Con diversas modalidades ese dilema interno se reprodujo varias veces. No es casual, por ello, que tres personajes tan relevantes que fueron candidatos presidenciales y jefes del partido se apartaran de él. José González Torres presidió al PAN de 1959 a 1962 y en 1964 fue el opositor a Gustavo Díaz Ordaz, Efraín González Morfín desempeñó esos papeles en orden inverso. Fue candidato presidencial en 1970 y líder del partido en 1975. Pablo Emilio Madero fue también candidato presidencial, en 1982, antes que dirigente nacional del partido, de 1984 a 1987. Los tres renunciaron a su militancia panista: González Morfín, hijo de González Luna, en 1978, junto con Raúl González Schmal, que había sido secretario general, y Mauricio Gómez Morin, hijo del otro fundador insigne del partido. Por su parte, González Torres y Madero Belden se fueron en 1992, con otros miembros del Foro Doctrinario y Democrático, entre los cuales se encuentran Jesús González Schmal y Bernardo Bátiz, ambos secretarios generales.

También renunció a ser panista otro ex presidente nacional de ese partido, Carlos Castillo Peraza, que prohijó políticamente a Felipe Calderón, a quien nombró secretario general del partido y, al declinar su reelección en 1996, lo impulsó a sucederlo. Quizá no es casual que el propio padre de Calderón, Luis Calderón Vega, terminara sus días apartado del partido al que dedicó décadas enteras de generosa militancia.

Al cabo de muchas vicisitudes, la inspiración doctrinal del PAN se ha diluido, superada por el crudo pragmatismo que Calderón resumió en su fórmula de arribar a la Presidencia "haiga sido como haiga sido". Sin embargo, aun sus críticos más encarnizados no ponen en duda el papel que en la construcción de la democracia electoral asumió el PAN, tanto por la pertinaz participación de candidatos que -como Calderón Vega mismo- hacían campaña a sabiendas de que los esperaba la derrota, como en la generación de las condiciones legales y políticas que permiten el libre ejercicio del voto.

martes, 15 de septiembre de 2009

PAN 70 AÑOS: GRANADOS CHAPA

PARA NO PERDER LA MEMORIA:


Setenta años del PAN
Miguel Ángel Granados Chapa15 Sep. 09Hace 70 años fue fundado el Partido Acción Nacional, al cabo de una convención reunida los días 14, 15, 16 y 17 de septiembre en el Frontón México -edificio situado en la Plaza de la República, a un costado del monumento a la Revolución, cuyo abandono podría ser señalado como metáfora de la venida a menos del proyecto inicial de esa organización.La personalidad de los dos fundadores más relevantes del panismo se reflejó en la identidad del partido. Manuel Gómez Morin era un político, había contribuido a la construcción del Estado mexicano moderno, conocía el interior del gobierno y, como rector de la Universidad Nacional, había ejercido la política del poder. Efraín González Luna, por su parte, era un intelectual de sólida formación católica. Uno encabezó el partido directamente durante su primera década e hizo sentir su influencia durante los 10 años siguientes. El otro fue su primer candidato presidencial, uno de los siete que sin fruto bregaron por acceder al Poder Ejecutivo hasta que Vicente Fox y Felipe Calderón lograron hacerlo.Gómez Morin creyó de modo firme en el papel activo del Estado en la economía. Fue en gran medida autor de los proyectos legislativos que crearon el Impuesto Sobre la Renta y el Banco de México, de cuyo Consejo de Administración fue el primer presidente, clara señal de que no era tenido como un simple amanuense de los generales que mandaron en el país durante los años veinte. Cuando Vasconcelos demandó su apoyo en la campaña electoral de 1929, Gómez Morin respondió en una carta rehusando participar en una movilización social que se agotaría en sí misma, por estar determinada por un hombre, y argumentando la conveniencia de carácter permanente e institucionalidad a la oposición. Diez años después de exponer esas consideraciones las convirtió en realidad. Contó para ello con el pensamiento católico aportado a su iniciativa por González Luna, que en la capital de Jalisco encarnaba la postura social de la Iglesia y era tenido como Satanás por la derecha ultramontana que fundó la Universidad Autónoma de Guadalajara practicante de un integrismo contrario a las bases de espiritualidad cristiana que animaron al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, ITESO, creado por los jesuitas para dar a su educación elitista un sello social derivado de encíclicas papales como la Rerum Novarum.A partir de esas fuentes el PAN se situó frente al régimen. Nació al año siguiente de la expropiación petrolera y del desafío personal del presidente Cárdenas al conservadurismo empresarial regiomontano. Como respuesta a las protestas patronales por el apoyo gubernamental a los sindicatos y las huelgas, Cárdenas demandó de los empresarios que, si estaban cansados, entregaran sus establecimientos a los trabajadores. Contra esa política, y contra el reparto agrario nació el PAN. Si bien sus cuadros provinieron en amplia medida de agrupaciones juveniles católicas, como la Unión Nacional de Estudiantes, no es caricatura señalar la influencia empresarial en la fundación y primeros años del partido. Sus documentos básicos fueron redactados en el Banco de Londres y México, y uno de sus primeros diputados federales, Antonio L. Rodríguez, dirigía el centro bancario de Monterrey. Pero esa influencia fue acotada y mantenida a raya por los fundadores. No fue casual que sólo tras la muerte de Gómez Morin, en 1972, se expresara el conflicto entre los doctrinarios y los pragmáticos.Con diversas modalidades ese dilema interno se reprodujo varias veces. No es casual, por ello, que tres personajes tan relevantes que fueron candidatos presidenciales y jefes del partido se apartaran de él. José González Torres presidió al PAN de 1959 a 1962 y en 1964 fue el opositor a Gustavo Díaz Ordaz, Efraín González Morfín desempeñó esos papeles en orden inverso. Fue candidato presidencial en 1970 y líder del partido en 1975. Pablo Emilio Madero fue también candidato presidencial, en 1982, antes que dirigente nacional del partido, de 1984 a 1987. Los tres renunciaron a su militancia panista: González Morfín, hijo de González Luna, en 1978, junto con Raúl González Schmal, que había sido secretario general, y Mauricio Gómez Morin, hijo del otro fundador insigne del partido. Por su parte, González Torres y Madero Belden se fueron en 1992, con otros miembros del Foro Doctrinario y Democrático, entre los cuales se encuentran Jesús González Schmal y Bernardo Bátiz, ambos secretarios generales.También renunció a ser panista otro ex presidente nacional de ese partido, Carlos Castillo Peraza, que prohijó políticamente a Felipe Calderón, a quien nombró secretario general del partido y, al declinar su reelección en 1996, lo impulsó a sucederlo. Quizá no es casual que el propio padre de Calderón, Luis Calderón Vega, terminara sus días apartado del partido al que dedicó décadas enteras de generosa militancia.Al cabo de muchas vicisitudes, la inspiración doctrinal del PAN se ha diluido, superada por el crudo pragmatismo que Calderón resumió en su fórmula de arribar a la Presidencia "haiga sido como haiga sido". Sin embargo, aun sus críticos más encarnizados no ponen en duda el papel que en la construcción de la democracia electoral asumió el PAN, tanto por la pertinaz participación de candidatos que -como Calderón Vega mismo- hacían campaña a sabiendas de que los esperaba la derrota, como en la generación de las condiciones legales y políticas que permiten el libre ejercicio del voto.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Esta foto me impresionó mucho.


Fecha: Mié 9 sep 2009 22:30
De: carmen chapela


me encontré esta foto. Me impresionó mucho.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

DENISE DRESSER Llamado a hablar mal de México

ARTICULO PUBLICADO EN LA REVISTA PROCESO

Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto?
Sí. Habrá el canto sobre los tiempos oscuros.
Bertolt Brecht


Hace unos días, el presidente Felipe Calderón criticó a los críticos y convocó a hablar bien de México: "Hablar bien de México, de las ventajas que México tiene… es la manera de construir, precisamente, el futuro del país". Y de allí, siguiendo su propio exhorto, pasó a congratularse porque la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes aquí es más baja que en Colombia, Brasil, El Salvador o Nueva Orleáns. Las ventajas de México quedarán claras cuando decidamos hablar bien del país, concluyó.

Escribo ahora para pedirte –lector o lectora– que hagas exactamente lo contrario a lo que el Presidente exige. Escribo ahora para recordarte que el estoicismo, la resignación, la complicidad, el silencio, y la impasibilidad de tantos explican por qué un país tan majestuoso como México ha sido tan mal gobernado. Es la tarea del ciudadano, como lo apuntaba Günter Grass, vivir con la boca abierta. Hablar bien de los ríos claros y transparentes, pero hablar mal de los políticos opacos y tramposos; hablar bien de los árboles erguidos y frondosos pero hablar mal de las instituciones torcidas y corrompidas; hablar bien del país pero hablar mal de quienes se lo han embolsado.

El oficio de ser un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad aunque haya tantos empeñados en esconderla. De decirle a los corruptos que lo han sido; de decirle a los abusivos que deberían dejar de serlo; de decirle a quienes han expoliado al país que no tienen derecho a seguir haciéndolo; de mirar a México con la honestidad que necesita; de mostrar que somos mejores que nuestra clase política y no tenemos el gobierno que merecemos. De vivir anclado en la indignación permanente: criticando, proponiendo, sacudiendo. De alzar la vara de medición. De convertirte en autor de un lenguaje que intenta decirle la verdad al poder. Porque hay pocas cosas peores –como lo advertía Martin Luther King– que el apabullante silencio de la gente buena. Ser ciudadano requiere entender que la obligación intelectual mayor es rendirle tributo a tu país a través de la crítica.

Ahora bien, ser un buen ciudadano en México no es una tarea fácil. Implica tolerar los vituperios de quienes te exigen que te pases el alto, cuando insistes en pararte allí. Implica resistir las burlas de quienes te rodean cuando admites que pagas impuestos, porque lo consideras una obligación moral. Lleva con frecuencia a la sensación de desesperación ante el poder omnipresente de los medios, la gerontocracia sindical, los empresarios resistentes al cambio, los empeñados en proteger sus privilegios.

Aun así me parece que hay un gran valor en el espíritu de oposición permanente y constructiva versus el acomodamiento fácil. Hay algo intelectual y moralmente poderoso en disentir del statu quo y encabezar la lucha por la representación de quienes no tienen voz en su propio país. Como apunta el escritor J.M. Coetzee, cuando algunos hombres sufren injustamente, es el destino de quienes son testigos de su sufrimiento padecer la humillación de presenciarlo. Por ello se vuelve imperativo criticar la corrupción, defender a los débiles, retar a la autoridad imperfecta u opresiva. Por ello se vuelve fundamental seguir denunciando las casas de Arturo Montiel y los pasaportes falsos de Raúl Salinas de Gortari y las mentiras de Mario Marín y los abusos de Carlos Romero Deschamps y el escandaloso Partido Verde y los niños muertos de la guardería ABC y los cinco millones de pobres más.

No se trata de desempeñar el papel de quejumbroso y plañidero o erigirse en la Casandra que nadie quiere oír. No se trata de llevar a cabo una crítica rutinaria, monocromática, predecible. Más bien un buen ciudadano busca mantener vivas las aspiraciones eternas de verdad y justicia en un sistema político que se burla de ellas. Sabe que el suyo debe ser un papel puntiagudo, punzante, cuestionador. Sabe que le corresponde hacer las preguntas difíciles, confrontar la ortodoxia, enfrentar el dogma. Sabe que debe asumirse como alguien cuya razón de ser es representar a las personas y a las causas que muchos preferirían ignorar. Sabe que todos los seres humanos tienen derecho a aspirar a ciertos estándares decentes de comportamiento de parte del gobierno. Y sabe que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada: hablando, escribiendo, participando, diagnosticando un problema o fundando una ONG para lidiar con él.

Ser un buen ciudadano en México es una vocación que requiere compromiso y osadía. Es tener el valor de creer en algo profundamente y estar dispuesto a convencer a los demás sobre ello. Es retar de manera continua las medias verdades, la mediocridad, la corrección política, la mendacidad. Es resistir la cooptación. Es vivir produciendo pequeños shocks y terremotos y sacudidas. Vivir generando incomodidad. Vivir en alerta constante. Vivir sin bajar la guardia. Vivir alterando, milímetro tras milímetro, la percepción de la realidad para así cambiarla. Vivir, como lo sugería George Orwell, diciéndoles a los demás lo que no quieren oír.

Quienes hacen suyo el oficio de disentir no están en busca del avance material, del avance personal o de una relación cercana con un diputado o un delegado o un presidente municipal o un Secretario de Estado o un Presidente. Viven en ese lugar habitado por quienes entienden que ningún poder es demasiado grande para ser criticado. El oficio de ser incómodo no trae consigo privilegios ni reconocimiento, ni premios, ni honores. Uno se vuelve la persona que nadie sabe en realidad si debe ser invitada, o el colaborador de una revista a la cual le recortan la publicidad.

Pero el ciudadano crítico debe poseer una gran capacidad para resistir las imágenes convencionales, las narrativas oficiales, las justificaciones circuladas por televisoras poderosas o Presidentes porristas. La tarea que le toca –te toca– precisamente es la de desenmascarar versiones alternativas y desenterrar lo olvidado. No es una tarea fácil porque implica estar parado siempre del lado de los que no tienen quién los represente, escribe Edward Said. Y no por idealismo romántico, sino por el compromiso con formar parte del equipo de rescate de un país secuestrado por gobernadores venales y líderes sindicales corruptos y monopolistas rapaces. Aunque la voz del crítico es solitaria, adquiere resonancia en la medida en la que es capaz de articular la realidad de un movimiento o las aspiraciones de un grupo. Es una voz que nos recuerda aquello que está escrito en la tumba de Sigmund Freud en Viena: "la voz de la razón es pequeña pero muy persistente".

Vivir así tiene una extraordinaria ventaja: la libertad. El enorme placer de pensar por uno mismo. Eso que te lleva a ver las cosas no simplemente como son, sino por qué llegaron a ser de esa manera. Cuando asumes el pensamiento crítico, no percibes a la realidad como un hecho dado, inamovible, incambiable, sino como una situación contingente, resultado de decisiones humanas. La crisis del país se convierte en algo que es posible revertir, que es posible alterar mediante la acción decidida y el debate público intenso. La crítica se convierte en una forma de abastecer la esperanza en el país posible. Hablar mal de México se vuelve una forma de aspirar al país mejor.

Esta es una posición vital extraordinariamente útil pero heterodoxa en un lugar que cambia pero muy lentamente debido a la complicidad de sus habitantes y sus gobernantes. Porque hay tantos que parten de la premisa: "así es México". Tantos que parten de la inevitabilidad. Tantos que parten de la conformidad. Ya lo decía Octavio Paz: "Y si no somos todos estoicos e impasibles –como Juárez y Cuauhtémoc– al menos procuramos ser resignados, pacientes y sufridos. La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de nuestras victorias nos conmueve nuestra entereza ante la adversidad". Allí está nuestro conformismo con la corrupción cuando es compartida. Nuestra propensión a compararnos hacia abajo y congratularnos –como lo hace Felipe Calderón– porque por lo menos México no es tan violento como la ciudad de Nueva Orleáns.

Ante esa propensión al conformismo te invito a hablar mal de México. A formar parte de los ciudadanos que se rehúsan a aceptar la lógica compartida del "por lo menos". A los que ejercen a cabalidad el oficio de la ciudadanía crítica. A los que alzan un espejo para que un país pueda verse a sí mismo tal y como es. A los que dicen "no". A los que resisten el uso arbitrario de la autoridad. A los que asumen el reto de la inteligencia libre. A los que piensan diferente. A los que declaran que el emperador está desnudo. A los que se involucran en causas y en temas y en movimientos más grandes que sí mismos. A los que en tiempos de grandes disyuntivas éticas no permanecen neutrales. A los que se niegan a ser espectadores de la injusticia o la estupidez. A los que critican a México porque están cansados de aquello que Carlos Pellicer llamó "el esplendor ausente". A los que cantan en la oscuridad porque es la única forma de iluminarla.