miércoles, 28 de julio de 2010

'Va pa' tras'

Por Denise Dresser
Grupo Reforma

Ciudad de México, México (may 17 2010 12:00am).-

Basta con ver la cara de los priistas en cualquier acto público. Basta con advertir las sonrisas compartidas, los rostros complacidos, los abrazos entusiastas. Están felices y se les nota; están rebosantes y no lo pueden ni lo quieren ocultar. Saben que vienen de vuelta, saben que están de regreso, saben que encuesta tras encuesta los coloca en el primer lugar de las preferencias en las elecciones estatales y cada vez más cerca de recuperar el control del gobierno federal.

El PRI resurge, el PRI revive, el PRI resucita. Beneficiario del panismo incompetente y del perredismo auto-destructivo, el Revolucionario Institucional está a un paso de alcanzar el picaporte de Los Pinos tan sólo dos sexenios después de haber sido expulsado de allí.

Para muchos mexicanos esta posibilidad no es motivo de insomnio ni de preocupación. Hablan del retorno del PRI como si fuera un síntoma más de la normalidad democrática. Un indicio más de la alternancia aplaudible. Un indicador positivo de la modernización que México ha alcanzado y que ya sería imposible revertir. "El país ya no es el mismo que el de 1988", advierten quienes no se sienten alarmados por la resurrección priista. "El PRI no podría gobernar de manera autoritaria como lo hizo alguna vez", sugieren quienes celebran los logros de la consolidación democrática. "Los priistas se verían obligados a instrumentar las reformas que hasta ahora han rechazado", auguran los oráculos del optimismo.

Y ojalá tuvieran razón las voces de aquellos a quienes no les quita el sueño la posibilidad de Enrique Peña Nieto en Los Pinos, Manlio Fabio Beltrones en la Secretaría de Gobernación, Beatriz Paredes en cualquier puesto del gabinete, y Emilio Gamboa en la presidencia del PRI.

Ojalá fuera cierto que una nueva era de presidencias priistas sería señal de alternancia saludable y no de regresión lamentable. Ojalá fuera verdad que tanto el país como el PRI han cambiado lo suficiente como para prevenir el resurgimiento de las peores prácticas del pasado.

Pero cualquier análisis del priismo actual contradice ese pronóstico, basado más en lo que sus proponentes quisieran ver que en la realidad circundante. Como lo escribe el columnista Tom Friedman en The New York Times, en México hoy coexisten tres grupos: "Los Narcos, los No's y los NAFTA's": los capos, los beneficiarios del statu quo y los grupos sociales que anhelan el progreso y la modernización. Y hoy el PRI es, por definición, "El Partido del No". El que se opone a las reformas necesarias por los intereses rentistas que protege; el que rechaza las candidaturas ciudadanas por la rotación de élites que defiende; el que rehúye la modernización sindical por los "derechos adquiridos" que consagró; el que no quiere tocar a los monopolios porque fue responsable de su construcción. El PRI y sus bases son los "No's" porque constituyen la principal oposición a cualquier cambio que entrañaría abrir, privatizar, sacudir, confrontar, airear o remodelar el sistema que los priistas concibieron y del cual viven.

A quien no crea que esto es así, le sugiero que lea los discursos atávicos de Beatriz Paredes, que examine la oposición pueril de Enrique Peña Nieto a la reelección, que reflexione sobre los intereses cuestionables de Manlio Fabio Beltrones, que estudie los negocios multimillonarios de Emilio Gamboa, nuevo dirigente de la CNOP y próximo presidente del partido. Allí está el PRI clientelar, el PRI corporativo, el PRI corrupto, el PRI que realmente no cree en la participación ciudadana o en los contrapesos o en la rendición de cuentas o en la apertura de la vida sindical al escrutinio público.

Si la biografía es micro-historia, entonces se vuelve indispensable desmenuzar la de Emilio Gamboa ya que su selección reciente para una de las posiciones más importantes del priismo revela mucho sobre el ideario, los principios y el modus operandi de la organización. Emilio Gamboa, descrito en el libro coordinado por Jorge Zepeda Patterson, Los intocables, como el broker emblemático de la política mexicana; el intermediario entre el dinero y el poder político. Vinculado al Pemexgate, al quebranto patrimonial en Fonatur, al crimen organizado vía su relación con Marcela Bodenstedt y el Cártel del Golfo, a las redes de pederastia, al tráfico de influencias. De nuevo en la punta del poder dentro de su propio partido.

Ése es el PRI del 2010, y si no lo fuera, su dirigencia ya habría denunciado a Emilio Gamboa junto a tantos que se le parecen. Pero no es así. El PRI nuevo milenio y el que se apresta a gobernar a la República sigue siendo un club transexenal de corruptos acusados y corruptos exonerados; de cotos construidos sobre la intersección de la política y los negocios; de redes tejidas sobre el constante intercambio de favores y posiciones, negociadas a oscuras.

En una conversación telefónica grabada y ampliamente diseminada -que a pesar de ello no ha hecho mella en su carrera política- Emilio Gamboa le dice a Kamel Nacif: "va p'a tras". Y ése es el mismo mensaje que el PRI envía sobre el país bajo su mando.

Estrategia de López Obrador

Miguel Ángel Granados Chapa
REFORMA 27 Jul. 10
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Dos años antes de la elección de 2012 Andrés Manuel López Obrador enseñó la fuerza con la que pretende ser, primero, candidato de la izquierda y luego presidente de la República. La multitud reunida en torno suyo anteayer es una muestra del universo, compuesto por millones de personas, que serviría de base a su segundo intento de alcanzar el Poder Ejecutivo.

Ningún dirigente político es capaz, hoy, de lograr una concentración tan numerosa. López Obrador se propone convertirla, mediante el proselitismo directo, a ras de tierra, y la organización, en el ingrediente eficaz de la transformación pública, suficiente para vencer el poderío de los intereses creados, a los que esquemáticamente reduce a 30 potentados que ya hicieron cuanto estuvo a su alcance para impedir que este elemento anómalo de la política formal aproveche sus cauces para mellar su poder o capacidades de influencia.

Más que nunca ahora, López Obrador irrita a muchos, que le temen porque no
es como quisieran que fuese. No es "el político de izquierda moderna" que
México necesita, según razonan quienes paternalmente diseñan el modelo de esa opción sin pertenecer a ella y por lo tanto sin interesarse verdaderamente en su modo de ser. El estilo de López Obrador ofende porque no es dócil, porque no se resignó a padecer el fraude que está seguro lo privó de la victoria hace cuatro años. Y porque se propone impedir que en su nueva postulación se pueda asestarle el mismo daño. El antídoto contra ese veneno, según ha practicado y enunció el domingo en el Zócalo, es la organización, política en general y electoral en particular. Anunció la creación de comités seccionales, para la promoción y la defensa del voto. Se requerirá para ello una multitud de ciudadanos: en 2006 se abrieron alrededor de 130 mil casillas, y el número será mayor en 2012. El ejército
ciudadano para ese propósito está ya integrado, y deberá ser capaz de practicar un proselitismo eficiente del modo en que lo ha hecho el propio López Obrador, en contacto directo con la gente.

El del domingo fue un acto de preprecampaña, así, como el prefijo doble. Esa porción del activismo no está regulada, a pesar de lo cual se intenta ya frenarla, porque se sabe que en esa etapa López Obrador tiene ventaja. Otros aspirantes están ya en ello, especialmente a través de los medios, como Enrique Peña Nieto y Marcelo Ebrard, y también participando en las campañas de candidatos afines en las elecciones de este año. Precisamente la exposición del jefe de Gobierno capitalino, a partir de sus visitas de solidaridad a candidatos de la alianza PAN-PRD, que le significaba ventaja en su posicionamiento público, ha conducido a López Obrador a abrir sin ambages sus aspiraciones. No es que se haya destapado en la segunda semana de julio, después de las elecciones en que la opción apoyada por su amigo y contendiente participó, sino que habló en voz alta de sus aspiraciones para no ser tapado por las ajenas.

La presencia de Luis Walton y de Alberto Anaya, los dirigentes de Convergencia y del PT, respectivamente, en el estrado desde el que habló López Obrador, y la ausencia de Jesús Ortega, líder del PRD, son señales en el camino de quien aceptó ser llamado "presidente legítimo de México". El lanzamiento de su preprecandidatura no altera la agenda prevista por esos partidos, agrupados en el Diálogo por la reconstrucción de México. Está pactado que el DIA presentará como candidato al aspirante mejor posicionado. Cada uno a su modo, Ebrard y López Obrador trabajan para lograr esa ubicación. No hay ahora asomo de ruptura. Ciertamente en el círculo más cercano a cada uno de ellos hay la tendencia a propiciar distancia y aun fractura. Pero en este momento, por convicción y por conveniencia, ninguno de los dos está en situación de romper con el otro. Si esa hora llega, no está próxima. Y no es inexorable.

No hay duda de la simbiosis de Convergencia y el PT con López Obrador. Si esos partidos subsisten y tienen financiamiento y representación parlamentaria es gracias a su asociación con el ex jefe de Gobierno capitalino. Lo presentarán sin duda como su abanderado en la contienda interna del DIA, llegado el momento. Y pesarán a la hora de definir el método de elección del candidato o de definir en qué consiste "estar mejor posicionado", pues la expresión es interpretable, ya que habrá que combinar valores encontrados, el peso de las preferencias y los rechazos.

El problema en la definición de la candidatura estriba en el PRD. Es conocida, e insalvable, la distancia entre Nueva Izquierda y López Obrador. En 2006 estuvieron todavía en condición y necesidad de aceptarse; de mal modo pero lo hicieron. Ahora las cosas han cambiado, y al parecer el nuevo equilibrio de fuerzas favorece a López Obrador, o si se quiere menor énfasis, es menos ventajoso para Nueva Izquierda que hace cuatro años. Esa corriente, conocida comúnmente como Los Chuchos, por el nombre de pila de sus dirigentes -Ortega y Zambrano, a los que no es lícito meter en el mismo costal, porque sus orígenes y trayectos son diferentes- se ha dividido y perdido peso dentro del PRD, al punto de que Ortega podría dejar la
presidencia del partido de un momento a otro, sin esperar a diciembre, como
se pactó internamente en algún momento. De modo que acaso se mitiguen o
eliminen las causas de la desavenencia entre la dirección del PRD y López
Obrador.

No destapado, pero tapado tampoco, AMLO despliega una estrategia que no
anuncia ruptura de su parte.

sábado, 24 de julio de 2010

Nur Bojórquez

Para aquellos de ustedes que todavía no hayan tenido el gustazo de conocer a la estrella más joven del firmamento, se los presento:

Nur Bojórquez

jueves, 8 de julio de 2010

Fin de primaria de Ashanti

Nomás pa que vean que acá también hacen festivalitos y que ahora sí le puse rollo a la cámara.